Es
vísperas de Navidad y Papá Noel está sentado en su sillón, frente a la
chimenea, revisando las cartas de todos los niños y niñas del mundo. A sus
pies, tomando una siesta, se encuentra su fiel amigo, Rodolfo. No, no un reno,
un perrito regordete con la nariz roja como un tomate. Cuando Rodolfo despierta
se encuentra solo, Papá Noel ha desaparecido y por más que ha buscado hasta
debajo de la alfombra no lo ha encontrado. El pobre Rodolfo está alarmado, en
modo de pánico, al borde de la desesperación, algo totalmente comprensible
porque la Navidad está por llegar. Toma el teléfono para dar el parte policial
e iniciar la búsqueda mientras se consuela al pensar que Papá Noel está tan
gordo y voluminoso que será fácilmente ubicable, pero antes de marcar encuentra
una notita pegada en la refrigeradora que dice así:
“Rodolfo, amigo, debo irme, tengo un
importante asunto que resolver. Es probable que no alcance a llegar a la hora
indicada para la entrega de juguetes, Por favor, ayúdame. Nicolás”.
No
puede ser, una Navidad sin Papá Noel será un completo desastre. Rodolfo
revolotea los ojos por la habitación para ver si encuentra una pista que dé con
su paradero y descubre una extraña carta en el brazo del sillón frente a la
chimenea. La carta es de una ancianita, en la cual, un poco a modo de queja, le
cuenta que cuando era niña le pidió un Príncipe Azul y, qué recibió ese año: un
muñeco con cara de bobo, con peinado de bobo que decía “Soy Armando, el
príncipe azul, soy Armando el…” La siguiente Navidad, fue más explícita, era
obvio que no la habían entendido, así que pidió un “Alma Gemela”. Recibió dos
muñecas, una llamada Alma y la otra Dalma, gemelas las dos. Pero como a la
tercera va la vencida, la próxima Navidad pidió su “Media Naranja”. Recibió
entonces un par de medias, de color naranja. Ahora, el pedido de Sara, que así
se llama la ancianita de la carta, era más concreto, le pedía a Don Nicolás que
la ayudara a buscar a su gato llamado Príncipe y a su perro llamado Azul que se
le habían perdido. Pobre Rodolfo, tuvo que hacer malabares para que la Navidad
no se viniera abajo, pero lo logró.
La
tarde del 25 de diciembre Rodolfo se paseaba por las calles de su antiguo
pueblo, satisfecho por haber salvado la Navidad, cuando pareció ver a lo lejos
a un gordo vestido de rojo del brazo de una linda ancianita y un perro y un
gato revoloteando alrededor de la feliz pareja. ¿Sería Sara aquella señora?
¿Serían Príncipe y Azul aquellos alocados animalitos? ¿Sería Don Nicolás aquel
gordo de rojo o… sería el Príncipe Azul?
Qué
se puede decir de este cuento. En primer lugar, que es una historia muy bien
armada y que ostenta una tensión literaria que mantiene la atención hasta del
más distraído. En segundo lugar, que está llena, muy llena, de escenas y
diálogos que son una perfecta invitación al juego. Me explico con un ejemplo.
Cuando Don Nicolás revisa las cartas de los niños se encuentra con algunos
pedidos fuera de lo común: “una pelota de fútbol que solo entre en el arco de
los de tercero B” o “un osito de peluche que se tome la sopa que a mí no me
gusta”. La lista es más corta de lo que uno podría desear y, justamente por eso,
invita a que el pequeño lector, si tiene un padre que sepa “abrir la puerta”,
se entretenga extendiéndola. En tercer lugar, y se deriva de lo anterior, esta
historia es una especie de método de aprendizaje del sentido del humor, porque
el humor se puede aprender, y qué mejor regalo para darle a un niño que ese
esencial sentido para la vida.
Yo
acabo de descubrir con este cuento a María Fernanda Heredia, una escritora
ecuatoriana. Si lo hubiese hecho hace varios años atrás, cuando mi hija aún era
pequeña, estoy seguro que la habría incluido en su lista de autores preferidos
junto con Anthony Browne, Sendak y tantos otros que reposan en su biblioteca.
Pero como para algunos nunca es tarde para este tipo de lectura, estoy pensando
ir a una librería y buscar más títulos de esta autora y les aconsejo, de todo
corazón, hacer lo mismo.
Título:
Se busca Papá Noel, se busca príncipe azul.
Autora:
María Fernanda Heredia.
Ilustrador:
Pablo Pincay.
Editorial:
Alfaguara.
Librería:
casi todas.
Edad:
de 5 años para adelante.
Precio:
No lo sé, me regalaron el libro, pero supongo que no es muy caro.
Este libro lo leí con mi hija y nos fascinó. Hemos leídos otros libros de la misma autora...muy recomendable!
ResponderBorrarGracias!!!. Lo tendré en cuenta para compartir lecturas con mi hijita y también para regalar.
ResponderBorrarWow, tiene una pinta buenísima, mi sobrina cumple 6 años el próximo mes, así que igual lo busco, ya volveré a contarte que tal ^^
ResponderBorrarUn abrazo y felicidades por el blog :)
Son unas ilustraciones preciosas.
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