martes, noviembre 20, 2012
miércoles, octubre 10, 2012
Se busca Papá Noel, se busca príncipe azul
Es
vísperas de Navidad y Papá Noel está sentado en su sillón, frente a la
chimenea, revisando las cartas de todos los niños y niñas del mundo. A sus
pies, tomando una siesta, se encuentra su fiel amigo, Rodolfo. No, no un reno,
un perrito regordete con la nariz roja como un tomate. Cuando Rodolfo despierta
se encuentra solo, Papá Noel ha desaparecido y por más que ha buscado hasta
debajo de la alfombra no lo ha encontrado. El pobre Rodolfo está alarmado, en
modo de pánico, al borde de la desesperación, algo totalmente comprensible
porque la Navidad está por llegar. Toma el teléfono para dar el parte policial
e iniciar la búsqueda mientras se consuela al pensar que Papá Noel está tan
gordo y voluminoso que será fácilmente ubicable, pero antes de marcar encuentra
una notita pegada en la refrigeradora que dice así:
“Rodolfo, amigo, debo irme, tengo un
importante asunto que resolver. Es probable que no alcance a llegar a la hora
indicada para la entrega de juguetes, Por favor, ayúdame. Nicolás”.
No
puede ser, una Navidad sin Papá Noel será un completo desastre. Rodolfo
revolotea los ojos por la habitación para ver si encuentra una pista que dé con
su paradero y descubre una extraña carta en el brazo del sillón frente a la
chimenea. La carta es de una ancianita, en la cual, un poco a modo de queja, le
cuenta que cuando era niña le pidió un Príncipe Azul y, qué recibió ese año: un
muñeco con cara de bobo, con peinado de bobo que decía “Soy Armando, el
príncipe azul, soy Armando el…” La siguiente Navidad, fue más explícita, era
obvio que no la habían entendido, así que pidió un “Alma Gemela”. Recibió dos
muñecas, una llamada Alma y la otra Dalma, gemelas las dos. Pero como a la
tercera va la vencida, la próxima Navidad pidió su “Media Naranja”. Recibió
entonces un par de medias, de color naranja. Ahora, el pedido de Sara, que así
se llama la ancianita de la carta, era más concreto, le pedía a Don Nicolás que
la ayudara a buscar a su gato llamado Príncipe y a su perro llamado Azul que se
le habían perdido. Pobre Rodolfo, tuvo que hacer malabares para que la Navidad
no se viniera abajo, pero lo logró.
La
tarde del 25 de diciembre Rodolfo se paseaba por las calles de su antiguo
pueblo, satisfecho por haber salvado la Navidad, cuando pareció ver a lo lejos
a un gordo vestido de rojo del brazo de una linda ancianita y un perro y un
gato revoloteando alrededor de la feliz pareja. ¿Sería Sara aquella señora?
¿Serían Príncipe y Azul aquellos alocados animalitos? ¿Sería Don Nicolás aquel
gordo de rojo o… sería el Príncipe Azul?
Qué
se puede decir de este cuento. En primer lugar, que es una historia muy bien
armada y que ostenta una tensión literaria que mantiene la atención hasta del
más distraído. En segundo lugar, que está llena, muy llena, de escenas y
diálogos que son una perfecta invitación al juego. Me explico con un ejemplo.
Cuando Don Nicolás revisa las cartas de los niños se encuentra con algunos
pedidos fuera de lo común: “una pelota de fútbol que solo entre en el arco de
los de tercero B” o “un osito de peluche que se tome la sopa que a mí no me
gusta”. La lista es más corta de lo que uno podría desear y, justamente por eso,
invita a que el pequeño lector, si tiene un padre que sepa “abrir la puerta”,
se entretenga extendiéndola. En tercer lugar, y se deriva de lo anterior, esta
historia es una especie de método de aprendizaje del sentido del humor, porque
el humor se puede aprender, y qué mejor regalo para darle a un niño que ese
esencial sentido para la vida.
Yo
acabo de descubrir con este cuento a María Fernanda Heredia, una escritora
ecuatoriana. Si lo hubiese hecho hace varios años atrás, cuando mi hija aún era
pequeña, estoy seguro que la habría incluido en su lista de autores preferidos
junto con Anthony Browne, Sendak y tantos otros que reposan en su biblioteca.
Pero como para algunos nunca es tarde para este tipo de lectura, estoy pensando
ir a una librería y buscar más títulos de esta autora y les aconsejo, de todo
corazón, hacer lo mismo.
Título:
Se busca Papá Noel, se busca príncipe azul.
Autora:
María Fernanda Heredia.
Ilustrador:
Pablo Pincay.
Editorial:
Alfaguara.
Librería:
casi todas.
Edad:
de 5 años para adelante.
Precio:
No lo sé, me regalaron el libro, pero supongo que no es muy caro.
jueves, septiembre 13, 2012
Razones para leer
Todos nosotros, los padres,
queremos que nuestros hijos lean. Los beneficios de adquirir el hábito de la
lectura son muchos y nos lo mencionan a cada rato desde las campañas del
Estado, los colegios y también desde algunas instituciones privadas: incrementa
la comprensión lectora, estimula el desarrollo cognoscitivo en general por lo
que se mejora también el rendimiento en otras materias y, claro, también
entretiene. Todo eso es innegablemente cierto y está fehacientemente
demostrado.
En mi hogar, mi hija y yo, hemos
identificado otra buena razón para estimular en los niños el amor por la
lectura. Este descubrimiento partió de
una simple observación por demás cotidiana y repetitiva: Lucía, mi hijita, en
el sillón o, más usualmente, tirada en su cama, leyendo, absorta y en trance,
atrapada por la historia que asía entre sus garras, (porque pareciera como si
alguien quisiera quitarle el libro). (Aquí una atingencia: es notoria la
relación que existe entre la lectura y la cama, es como si se disfrutase mejor
la lectura acostado y cómodo entre almohadas, ¿verdad?, por lo que habría que
hacer una campaña para que en las bibliotecas públicas colocaran colchonetas y
mullidos almohadones en vez de mesas y sillas que parecieran haber sido
diseñadas por algún misántropo para la tortura del lector).
Bueno, regresando a lo que nos
interesa, la observación de Lucía en su trance lector me permitió tomar
conciencia del intenso nivel emocional en el que se encontraba, de cuánto se
involucraba con la historia leída a nivel subjetivo y de que era muy probable
que bulleran en ella una infinidad de sentimientos dispares y encontrados. No
pocas veces Lu dio vuelta a la última página de su novela con una emoción que
se le desbordaba, líquida, por los ojos.
Y es que cuando una historia nos atrapa, nos identificamos
necesariamente con uno o más de los personajes del libro, pero no solo con el
personaje, sino también con su entorno, su tragedia personal, sus
disquisiciones morales, sus disyuntivas éticas. A través de algún mecanismo
psicológico vivimos la vida y el derrotero emocional del personaje como si
fuera nuestro, asumimos como propia la experiencia del héroe o de la heroína de
la novela y, de esta manera, nos
enriquecemos.
Hasta donde sabemos los seres
humanos solo tenemos una vida y en ese lapso las circunstancias y situaciones
particulares por las que pasemos nos permitirán saber cómo es que reaccionamos
en cada una de ellas. Uno puede teorizar acerca de las decisiones y acciones que
tomaremos ante ciertas disyuntivas pero solo podremos estar seguros de ellas
cuando realmente nos encontremos, de hecho, en esa determinada circunstancia. Uno podría decir, “si hubiese tenido una
infancia marcada por la desesperanza, con padres que me hicieran la vida
imposible y miserable, ya de adulto habría podido perdonar y llevar una vida
tranquila y en paz con mis pares”. Pero
eso es una teorización sorbe nosotros mismos, una conclusión que nunca podremos
llegar a saber con certeza porque hemos tenido la suerte de haber sido bien
queridos.
Si, la vida es una sola, y las
circunstancias por las que nos lleve nos permitirán conocernos a nosotros
mismos de manera profunda y segura. Algunos tendremos vidas más intensas y las
posibilidades de aprendizaje serán mayores que las que le toquen a otros con
vidas más apacibles y seguras. Porque la única manera de aprender algo de
nosotros mismos que realmente valga la pena depende de qué tanto estemos
involucrados emocionalmente. Las cosas
importantes de la vida son esencialmente antipedagógicas, es decir, no se
pueden transmitir a través del discurso de un experto o de un padre preocupado.
Un niño, un joven o una persona a cualquier edad necesitarán probar la
decepción amorosa para saber cómo actuamos ante ella, y no deberíamos, a través
de un paternal discurso preventivo, tratar de evitarles ese sufrimiento.
Nuestras posibilidades de
aprendizaje están limitadas entonces por la vida que nos ha tocado a bien. Pero
este “recurso escaso”, como podríamos llamarlo, se puede ampliar y hasta
multiplicar cada vez que nos involucramos emocionalmente con una buena lectura,
porque al vivir como propias las experiencias de los personajes que pueblan las
páginas de nuestros más queridos libros, nos acercamos a un conocimiento más
profundo de nosotros mismos. Podemos entonces afirmar que leer también es bueno
porque, entre otras cosas, nos hace mejores personas.
Para dejar de ponernos tan serios
les recomiendo un enlace que encontré en Youtube sobre una linda historia relacionada
con la lectura. Son quince minutos aproximadamente de este corto animado llamado "Los fantásticos libros voladores" que
está realmente muy bueno. Pueden utilizar una laptop o un Ipad o lo que
tuviesen a la mano para verlo con sus hijos en la cama antes de enviarlos a
dormir. La van a pasar bien, se los aseguro.
jueves, septiembre 06, 2012
La Ola
Una pequeña se adelanta a la
carrera, dejando atrás a su madre, al tan ansiado encuentro con el mar. Pareciera que lo ve por primera
vez ya que se detiene, cauta, a pocos metros de donde las olas marcan con
espuma blanca los besos que le dan a la arena. El embate de una nueva ola la
hace retroceder, pero cuando ve que ésta se aleja, se envalentona persiguiendo
a la muy cobarde con un sonoro rugido de leona. Pero no es cuestión de ser
imprudente con algo tan grande y desconocido como el mar, por lo que la pequeña
se demora lo suyo en hacer contacto. Sin embargo, la prudencia y la
desconfianza se disipan como por arte de magia cuando mete el primer pie dentro
del agua: el chapoteo y las salpicaduras no son más que expresión sincera de su
felicidad. Pero como la naturaleza, como la vida, son totalmente impredecibles,
de repente, como un flash noticioso que anuncia el apocalipsis, le cae una
tremenda ola encima, que la deja atontada y mojada hasta los huesos.
Pero no ha terminado de reponerse cuando ve con asombro que la bendita ola ha dejado esparcido por toda la playa una infinidad de tesoros: conchas, caracoles, estrellas de mar. “La Ola, no es que haya estado enojada, sino que es un tanto torpe para dar regalos”, podría haber pensado la pequeña, (si es que el libro que les cuento tuviese algún texto).
Pero no ha terminado de reponerse cuando ve con asombro que la bendita ola ha dejado esparcido por toda la playa una infinidad de tesoros: conchas, caracoles, estrellas de mar. “La Ola, no es que haya estado enojada, sino que es un tanto torpe para dar regalos”, podría haber pensado la pequeña, (si es que el libro que les cuento tuviese algún texto).
El álbum ilustrado de Suzy Lee es
solo una narración gráfica, o deberíamos decir, para ser más justos, un poema
gráfico. La historia podría resultar inclusive bastante sencilla y hasta
simplona para el ojo adulto, pero es solo porque los mayores hemos perdido la
capacidad de gozar de las cosas sencillas, se nos ha estragado el paladar para
catar ciertos placeres. Algo que definitivamente no ocurre con los niños, que
estoy seguro, están en todas sus facultades para gozar este cuento.
La autora tiene otras excelentes
obras que han sido editadas al español y que pueden encontrar en las librerías
locales: “Espejo” y “”El pájaro Negro”, (en la editorial Barbara Fiore), son
libros imprescindibles para las bibliotecas que se respeten, (y, lamentablemente, para las que tengas también
los recursos necesarios). Y solo como para confirmar lo ya dicho, les cuento
que Suzy Lee tiene 12 premios internacionales de los cuales, la mitad, han sido
para “La Ola”. Disfrútenlo.
Título: La Ola.
Autor: Suzy Lee.
Editorial: Barbara Fiore.
Edad: de 2 para arriba.
Librería: El Crisol
Precio: S/. 55
viernes, agosto 31, 2012
¡Muchas gracias Morsa!
El blog de ELMORSA recomienda a El perro en la luna con motivo del Blog Day 2012.
"Ha estado en un hiato un poco largo y regresa porque para Juan Carlos los libros infantiles “son el mejor instrumento para formar mejores personas y porque son el mejor pretexto para construir afecto”. Nunca más de acuerdo".
Muchas gracias, y seguiremos insistiendo.
"Ha estado en un hiato un poco largo y regresa porque para Juan Carlos los libros infantiles “son el mejor instrumento para formar mejores personas y porque son el mejor pretexto para construir afecto”. Nunca más de acuerdo".
Muchas gracias, y seguiremos insistiendo.
martes, agosto 28, 2012
El monstruo que se comió la oscuridad
Un niño solo en su cuarto
luchando contra su temor a la oscuridad para poder conciliar el tan ansiado y
reponer sueño, es una figura que todos tenemos presente porque todos la hemos
vivido alguna vez… o no? Pero el caso es que, a diferencia de la mayoría de
nosotros, el protagonista de este álbum ilustrado si tenía razones para estar
inquieto porque debajo de su cama, donde la oscuridad es aún más negra y
terrorífica, si se escondía un monstruo.
Uno pequeño, pequeñísimo, pero al
fin al cabo un monstruo, que además tenía un hambre enorme. Primero probó
zamparse unas pantuflas,…!un asco total!, luego un cochecito de juguete,…¡qué
dolor de encías! Hasta que encontró una caja debajo de la cama que tenía un
agujerito por el que se asomó y a través del cual solo pudo ver oscuridad.
¿Oscuridad?, habrá que probarla pensó, y se la sorbió toda y se relamió feliz y
contento de su hallazgo. El pequeño monstruo era insaciable, así que luego de
terminarse la oscuridad de la caja empezó con
la de los cajones del armario, los dobleces de las cortinas, el sótano,
las madrigueras de los conejos, y así terminó por engullirse la noche entera.
No quedó más que un planeta
insomne, luminoso y triste al mismo tiempo porque las estrellas ya no
brillaban, la luna desaparecía, los búhos se caían de los árboles y los gatos
perdieron todo su glamour porque sus ojos no brillaban más sin oscuridad. Y en
medio de esa inabarcable luminosidad alguien lloraba desconsolado porque no
podía dormir. El monstruo, ahora enorme luego de haberse engullido la noche,
sintió compasión por el pobre niño y se escurrió dentro de su cuarto, lo sacó
de la cama y lo cobijó entre sus enormes y oscuros brazos mientras le cantaba
una nana para hacerlo dormir. ¿A que no es linda esta imagen?, la de un niño
que es arrullado por la oscuridad, justamente aquella que, entendemos y
sentimos, es la causa de nuestros desvelos.
Esta historia no es solamente un
excelente ejercicio terapéutico para todos aquellos pequeños para quienes la
oscuridad les deja un espíritu inquieto que les espanta el sueño, es además una
estrategia educativa sumamente interesante: la de llevar al límite ciertas
situaciones para exponer con claridad la real naturaleza de las cosas. Ya lo
hizo Saramago para instruirnos sobre la necedad de los sistemas políticos
autoritarios con “Ensayo sobre la lucidez”, o sobre la complejidad de la
naturaleza humana en “Ensayo sobre la ceguera”. Nada mejor entonces para hacer
que nuestros pequeños le pierdan el miedo a la oscuridad que mostrarles un
mundo sin ella. No voy a hablar esta vez de las ilustraciones, solo les voy a
decir que son autoría de Jimmy Liao, por lo que pueden estar seguros que
tendrán en sus manos una obra de arte.
Título: El Monstruo que se Comió la Oscuridad.
Autor: Joyce Dunbar
Ilustrador: Jimmy Liao
Editorial: Barbara Fiore
Librería: Crisol
Edad: De 2 años para arriba
Precio: S/. 59
martes, agosto 14, 2012
El pez que sonreía
Todos los días se detenía frente
a la vitrina de aquella tienda, una especie de gran pecera con cientos de peces
de todas las formas y colores que nadaban de un lado a otro bajo los ojos de
los embobados espectadores. Pero había uno de ellos que demandaba toda su
atención, no tenía ojos para otro pez que no fuese aquel,… que le sonreía. Y como a cada sonrisa del
pececito se calentaba un grado su corazón, no pasó mucho tiempo hasta que
decidiera llevarse a casa a su nueva mascota.
Una noche, luego del acostumbrado
y húmedo beso de las buenas noches, el pequeño pez se iluminó, si, como por
arte de magia, con un resplandeciente fulgor verde. Se elevó, con pecera y todo, por encima de la
mesa y salió volando de la habitación. Preocupado porque le vaya a pasar algo
el hombre se calzó sus pantuflas y siguió a su pez volador a través de las
calles de la ciudad, atravesando el puente sobre el río, cruzando el bosque y
llegando finalmente a la playa.
El agua fría y cristalina los
invitaba a nadar y ellos, hombre y pez, no se hicieron de rogar. Eran tan
dichosos que pensaron que podrían nadar así, juntos, por el resto de sus vidas,
en la inmensidad protectora
del mar. O eso creían, porque unas cuantas brazadas mar adentro se toparon con
una extraña pared invisible. Cuando descubrió que estaba dentro de una enorme
pecera, un grito de pavor logró arrancarlo de su horrible pesadilla. Más
calmado pero aún con la respiración agitada por el susto, volteó a ver a su
pececito que, como siempre, le sonreía desde su prisión transparente y, a diferencia
de lo que siempre había sentido, esta vez, la sonrisa de su amigo no lo alegró.
Obviamente el cuento no acaba
así, pero ya se enterarán ustedes por cuenta propia de cómo termina. Lo que
quiero comentar es la enorme capacidad que tiene esta maravillosa historia de
aceptar diferentes interpretaciones: la búsqueda de la felicidad a través de la
libertad; la generosidad como requisito para una verdadera amistad. Se pueden
tentar varias y todas ellas válidas interpretaciones porque la historia de
Jimmy Liao es como una parábola que es, al fin de cuentas, uno de los mejores y
más eficaces recursos educativos. Así que, queridos padres, salten de la pecera
y disfruten esta hermosa historia con sus retoños.
Título: El pez que sonreía.
Autor: Jimmy Liao
Editorial: Barbara Fiore
Librería: Crisol
Edad: a partir de los 4 años.
Precio: S/. 63.00
viernes, agosto 03, 2012
Barba Azul
Todos conocemos la cruenta
historia de Barba Azul, probablemente
uno de los primeros “serial killer” de la literatura universal. ¿Cómo, no se la
saben? Pues es la historia de una bella doncella que se deja seducir por las
enormes riquezas, joyas, oro, fina porcelana y ricas telas, de un hombre al que
todos temen por la extraña coloración de su barba. No sería la única doncella
que, con las gafas de la codicia, ve belleza donde hay fealdad y bondad allí
donde se macera un alma oscura y tenebrosa. El caso es que nuestra incauta e
interesada heroína llega hasta al altar con su “bello” monstruo. Pasan los días
y todo parece normal hasta que Barba Azul tiene que viajar para tratar asuntos
de negocios no sin antes recomendarle, más bien amenazarla, que no entre, bajo
ningún motivo, a uno de los cuartos de la mansión. La recién casada invita a su
hermana y amigas a pasar unos días con ella, pero no pasa mucho tiempo hasta
que termina vencida por la curiosidad y entra en el cuarto prohibido. El horror
casi la ahoga al ver el sangriento espectáculo que se muestra ante sus ojos:
los cadáveres de las anteriores esposas de Barba Azul.
Como es de esperarse,
cuando regresa el asesino descubre inmediatamente la falta de su joven esposa y
decide que sufra la misma suerte que las anteriores. ¿La matará? ¿Es necesaria
la muerte como único castigo a la ambición de riquezas y la curiosidad de una
joven? Pues tendrán que leer el cuento.
Si bien la historia de Perrault
es sangrienta y descarnada, tanto como otros muchos cuentos recogidos del folklore europeo de
aquella época, el álbum que comento no es particularmente interesante por su
versión narrativa. Lo realmente notorio es el discurso gráfico del álbum
ilustrado. La imágenes son tan o más terribles que la historia que se cuenta.
Están hechas con trazos de fuerte contraste en blanco y negro, todas las
imágenes de las mujeres tienen las bocas abiertas como si estuvieran a punto de
lanzar un grito de ahogada angustia y todos los hombres tienen los ojos
desorbitados como los llevaría un loco en plena crisis psicótica. Barba Azul,
para mayor terror del lector, utiliza un yelmo con la cara de un feroz cerdo
que incrementa el carácter perverso del personaje. Toda la fuerza narrativa, el
clima de miedo y angustia que transmite la historia, es mérito único, en esta
versión, de las ilustraciones.
Solo una recomendación para
aquellos padres que se animen a leerles a sus hijos esta interesante y turbadora producción
editorial, una recomendación de Jean Piaget: “Los niños no se asustan por el
dibujo de monstruos, a no ser que el adulto insista sobre su carácter
perverso”.
Título: Barba Azul
Autor: Charles Perrault (adaptación)
Ilustrador: Christoph Wischniowski
Editorial: FCE
Precio: 35 soles.
Edad referencial: De 6 años para arriba.
lunes, julio 23, 2012
miércoles, julio 18, 2012
¡A cortar cabezas!
Griselda era
una princesa que opacaba el sol y ponía verdes de envidia a las flores con su
belleza. Nada de extrañar en una princesa de cuento, algo muy típico también
que todos los príncipes de los reinos vecinos se enamoraran perdidamente de
ella y perdieran la cabeza. Lo que sí no es muy común es que la pérdida de
cabeza fuese literal y que nuestra princesa del cuento se aficionara a
coleccionarlas como trofeos de guerra… ¿o amor?.
Griselda sabía
perfectamente que la mayoría de los hombres solo ven con los ojos, y con ellos
solo alcanzan a ver la superficie de las cosas, por lo que nunca descuidó su
buen ver: se sometía a largas y dolorosas sesiones para la “extracción de
cualquier pelo plebeyo” y hacía fatigosos “estiramientos y equilibrios en
zapatitos de cristal”. Todo le resultaba a la perfección puesto que los
príncipes seguían llegando y las cabezas rodando.
Todo bien
hasta que la sanguinaria princesita empezó a sentirse sola ya que el miedo que
le tenían todos sus súbditos y los habitantes de otros reinos no fungía de
buena compañía. Sola estaba hasta que apareció un príncipe tan despistado como
cegatón. Habría sido un final feliz si el pobre hubiese estado ciego, pero no,
era solo corto de vista, así que sin bien duró un poco más que sus
predecesores, al final, también perdió la testa. Pero le dio un precioso regalo
a Griselda quien, luego de nueve meses, tuvo a la más maravillosa princesita
que alguien pudiese imaginar y fue en ese preciso instante en que rodó, por
última vez, una cabeza más por los suelos.
Este
entretenido y divertido cuento de Isol, quien tiene magníficos títulos como
“Intercambio Cultural “ y “El Globo”, mantiene todo el humor al que nos tiene
acostumbrados. Un poco cruenta la historia, es verdad, pero no más que los
clásicos de Perrault o de los hermanos Grimm.
Título: La
Bella Griselda.
Autor: Isol
Editorial:
Fondo de Cultura Económica.
Librería: FCE
Edad: de 4
años para arriba.
Precio: S/.
35.
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