¿Se han imaginado lo que debe sentir una hormiga en la presencia de una persona? ¿El miedo atroz de tener una montaña que camina y que te puede aplastar sin siquiera darse cuenta?
Esta historia no va de hormigas, pero sí de seres absurdamente diferentes en tamaño que, a pesar de ello, tienen que aprender a vivir uno al lado del otro.
«Hilda y el Gigante de Media Noche» es el título del cuento escrito por el premiado Luke Pearson. De esta saga hicieron la serie de Netflix, que también se las recomiendo, porque tiene la misma magia maravillosa de construir mundos de los que no quieres regresar.
Hilda es una niña que vive con su madre en una pequeña cabaña en medio de un valle. No hay más nadie a muchos kilómetros a la redonda —no personas, por lo menos, pero sí seres extraños, muy extraños—. El perrito de Hilda, para que se hagan una idea, se llama Twig y es mitad zorro y mitad ciervo.
La historia comienza cuando Hilda y su madre reciben amenazas nocturnas para que abandonen el valle. Una tras otra les llegan cartas, que a veces vienen acompañadas de unas cuantas piedras. Hilda y su mamá saben que los remitentes son seres diminutos, pero son invisibles, hasta que uno de ellos, Alfur, decide hacer el trámite burocrático necesario para que Hilda los pueda ver (les encanta el papeleo a los elfos del norte), y lo que finalmente ve Hilda es una gran ciudad con pequeñas casas y edificios llenos de elfos viviendo su vida de elfos.
Entonces se suceden dos historias en paralelo: por un lado, las peripecias de Hilda para convencer al reino élfico de que ella y su mamá son buenas personas y que las dejen vivir en el valle y, por el otro, la historia de Hilda con los gigantes de las montañas, que habitan el mismo valle.
Hilda no es solo la protagonista de estas dos historias sino que lo hace de manera inversa: con los elfos ella es la gigante destructora y con los gigantes de las montañas ella es la víctima diminuta que lo puede perder todo de un pisotón. Y es justo por eso que este cuento es una maravillosa manera de explicarle a las más pequeñas y los más pequeños cómo ponerse en los zapatos de los otros para aprender a convivir en paz y armonía.
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