Otra vez de vuelta

Estimados amigos luego de un largo silencio de éste Perro en la luna, (que anduvo en la Luna), he decidido volver a la brega.  No como justificación, pero creo que mi alejamiento se debió a la mecánica interna del blog: reseñaba los álbumes ilustrados que le compraba a mi hijita y que nos parecían dignos de compartirlos con ustedes. Pero el tiempo pasó y mi hijita dejó de ser mi pequeñita y pasó a ser una linda niña de doce años con intereses literarios un poco más densos.

Es probable que de cuando en vez les caiga entonces alguna reseña escrita por Lu de la novela que se encuentre devorando en ese momento, (y no faltarán las de vampiros, se los aseguro).  Yo, por mi parte, seguiré con los álbumes ilustrados, porque me encariñé con ellos y porque creo que son el mejor instrumento para formar mejores personas y porque son el mejor pretexto para construir afecto.

La ventaja de un cuento, mejor dicho, la ventaja de leer un cuento a nuestros hijos, recae sobre la oralidad. Les cito dos textos que encontré muy interesantes al respecto. “Platón, escritor de genio, propugnaba en Fedro y en la carta VII la oralidad. Solo la palabra hablada y el cara a cara  pueden sonsacar la verdad y, a fortiori, garantizar la enseñanza honrada”. Más allá se menciona, “La palabra escrita no escucha a quien la lee. No tiene en cuenta sus preguntas y objeciones. Un hablante puede corregirse en cada punto, puede enmendar su mensaje”.  (En “Lecciones de los Maestros” de George Steiner. Ediciones Siruela, páginas 38 y 39).

Cuando leemos un cuento a nuestros hijos convertimos el texto escrito en oralidad y abrimos así la posibilidad de reinterpretarlos según el interés de nuestros pequeños oyentes, de responder sus preguntas, objeciones y de ir descubriendo esas pequeñas obsesiones que definirán sus vidas.  Cuando leemos un cuento no solo somos padres cariñosos y preocupados, somos sus primeros maestros, (en el sentido más profundo y trascendente del término).