jueves, noviembre 16, 2006
El águila que no quería volar
Sin motivo aparente, un granjero decide ir a buscar un pájaro al bosque. Encuentra allí un aguilucho que decide criar junto con sus gallinas y patos de corral. El pequeño águila pasa cuatro años de su vida comiendo maíz y creyéndose un pollo más del gallinero, hasta que un buen día los visita un hombre sabio que se muestra extrañado del espectáculo que se le ofrece.
Entiende que un águila no puede vivir en un corral entre gallinas, no está en su naturaleza. Sin embargo, el granjero le discute y le confirma que el haberse criado entre gallinas ha convertido al aguilucho en una más de ellas. Hacen entonces una apuesta y el hombre sabio pone manos a la obra para devolverle al águila su verdadera esencia, su capacidad de remontar los cielos. Sin embargo, el primer día no consigue ni que despliegue las alas, el segundo día se queda parado en la chimenea de la casa como una estatua sin atreverse a nada. Para el tercer y último día el hombre decide llevárselo a una alta montaña fuera de la ciudad. Luego de escalar varias horas llegan a la cima al mismo tiempo en que el sol comienza a iluminar la profundidad del paisaje y es entonces cuando nuestro águila toma una decisión.
James Aggrey, el autor, nació en lo que luego sería Ghana, África, en 1875 y vivió casi toda su vida allí. Sus estudios en medicina, teología, sociología y economía pero; con toda seguridad, más aún su sensibilidad y amor por su tierra natal; despertaron en él una conciencia clara de las profundas heridas que dejaba el colonialismo de aquella época en su pueblo. “El águila que no quería volar” es una bella metáfora de cómo se puede enajenar el espíritu de los hombres y convertirlos en algo que no son; y al mismo tiempo también de cómo aguarda en nuestro interior un dispositivo casi biológico que nos permitiría volvernos a encontrar con nosotros mismos. Pero es también una obra literaria bien escrita, sencilla y directa pero que mantiene fuerza y tensión a lo largo de toda la obra. Tiene también una ventaja más, como no se adscribe necesariamente a una coyuntura específica, tiene la posibilidad por lo tanto de aplicarse a diferentes épocas y lugares siendo, en cada una de ellas, esencialmente subversiva.
Wolf Erlbruch, el ilustrador, es también muy conocido, aunque su estilo, (que le ha valido un gran reconocimiento internacional en el mundo de la ilustración de nuestros días), no necesariamente se adecua con el tono más dramático del texto. Los dibujos son de trazos sencillos, de colores fuertes en tonos suaves que transmiten una sensación de tranquilidad y de cierta feliz complacencia que se expande con la luz de las ilustraciones.
El cuento acaba con el siguiente texto de Aggrey: “Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, pero hay hombres que nos han llevado a pensar como gallinas y todavía pensamos que somos verdaderas gallinas, pero somos águilas. ¡Abran sus alas y emprendan el vuelo!”.
Título: El águila que no quería volar.
Autor: James Aggrey.
Ilustrador: Wolf Erlbruch.
Editorial: Lóguez.
Edad: a partir de 3 años.
Librería: El Virrey.
Precio: S/. 64.
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yo soy fan de este cuento, tengo 31 años, mi padre me lo regaló cuando yo tenía 8, mi apellido es águila, entonces es muchisimo más fuerte el significado del cuento para mí porque siempre fué un motivador :)
ResponderBorrarEsta metáfora es muy diciente, me gustaría leer otras
ResponderBorrarMe gusta tu blog sobre todo por lo que te motivó a crearlo, yo comparto tu gusto por los cuentos tanto por mi hijo que aunque tiene 2 años ya lee sus primeros cuentos como por mi, ya que fué con ellos mi primer acercamiento a la lectura.éste titulo en particular es uno de mis fávoritos y lo utilizo como inicio en algunos talleres de animación a la lectura, tiene un mensaje con que se puede llegar a una identificación y con la entonación adecuada resulta más atractiva. saludos
ResponderBorrarsuper....me gusto bastante
ResponderBorrarME ENCANTA ESTE CUENTO XSU TEMÁTICA SUBYACENTE
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