Una niña quería con todo su corazón tener de mascota a una tortuga. Sus padres le dijeron que éstas crecían mucho y que por eso era imposible tenerla. Haciendo caso omiso a la advertencia, la pequeña rompió su alcancía y compró una. Por supuesto, sus padres la castigaron, pero valió la pena, porque ahora tenía a Britta, su tortuga. Eran muy felices y se divertían mucho saliendo a pasear, mirando por la ventana e imaginando que volaban. Como dormían juntas, un día la niña notó que su cama cada vez le quedaba más chica… ¿o sería que su mascota estaba creciendo?
¡Parecía que sus padres tenían razón! En dos meses Britta había crecido tanto que el dormitorio le quedaba chico, y pasó a ocupar la sala. Después de un tiempo ésta también le quedó chica, aunque sacaba la cabeza por la ventana y la cola por la puerta principal. Y seguía creciendo y creciendo.
Cuando rompió el techo de la sala, los padres sentenciaron a la tortuga con un desalojo inminente. Desesperada, la niña pensó que el problema se solucionaría si lograba que Britta se hiciera pequeña. Entonces corrió a la tienda de mascotas para preguntarle al vendedor cómo podía hacer para encogerla. Este obviamente rió y le contestó que no tenía la menor idea.
Decepcionada regresó a su casa, pero en el camino se topó con una viejecita, y como le pareció que tenía cara de tortuga le hizo la pregunta clave. Esta le develó el secreto y le dijo que aunque era difícil de conseguirlo, debía hacer reír a la tortuga para que se encogiera. La niña así lo intentó con mil trucos, pero Britta ni se inmutó. De casualidad, el papá que estaba limpiando las patas de la tortuga con una escoba le produjo cosquillas y esta empezó a reír y a encogerse. Pero se rió tanto y se achicó tanto que desapareció… o por lo menos eso creen los desconcertados papás. Ahora Britta se desliza por el rabillo del ojo de la niña y viven muy felices.
Esta es una tierna, divertida, conmovedora y alucinante historia que les aseguro disfrutaran mucho.
¡Parecía que sus padres tenían razón! En dos meses Britta había crecido tanto que el dormitorio le quedaba chico, y pasó a ocupar la sala. Después de un tiempo ésta también le quedó chica, aunque sacaba la cabeza por la ventana y la cola por la puerta principal. Y seguía creciendo y creciendo.
Cuando rompió el techo de la sala, los padres sentenciaron a la tortuga con un desalojo inminente. Desesperada, la niña pensó que el problema se solucionaría si lograba que Britta se hiciera pequeña. Entonces corrió a la tienda de mascotas para preguntarle al vendedor cómo podía hacer para encogerla. Este obviamente rió y le contestó que no tenía la menor idea.
Decepcionada regresó a su casa, pero en el camino se topó con una viejecita, y como le pareció que tenía cara de tortuga le hizo la pregunta clave. Esta le develó el secreto y le dijo que aunque era difícil de conseguirlo, debía hacer reír a la tortuga para que se encogiera. La niña así lo intentó con mil trucos, pero Britta ni se inmutó. De casualidad, el papá que estaba limpiando las patas de la tortuga con una escoba le produjo cosquillas y esta empezó a reír y a encogerse. Pero se rió tanto y se achicó tanto que desapareció… o por lo menos eso creen los desconcertados papás. Ahora Britta se desliza por el rabillo del ojo de la niña y viven muy felices.
Esta es una tierna, divertida, conmovedora y alucinante historia que les aseguro disfrutaran mucho.
Título: Yo quería una Tortuga
Autor: Beatrice Alemagna y Cristiano Mangione
Ilustrador: Beatrice Alemagna
Editorial:FCE, Colec. A la Orilla del Viento
Librería: FCE
Edad: 5 años
Precio: S/. 14
No hay comentarios.:
Publicar un comentario