miércoles, julio 26, 2006
La reina de los colores
Malwida es la monarca de un reino muy particular, un reino donde los súbditos son colores. Una buena mañana se levanta y manda llamar al “azul”, luego, con un estentóreo grito ordena que se acerque el “rojo”, y, finalmente, desfila antes sus reales narices el “amarillo” con quien entabla una (50) vocinglera pelea. Dados los subidos tonos del altercado vienen los otros colores con intenciones apaciguadoras, o por simple curiosidad, y terminan, al mezclarse, convirtiéndolo todo en gris. Este gris lo invade todo rápidamente, imprimiendo una enorme pesadumbre en Malwida quien termina llorando lágrimas de colores que restituyen nuevamente la armonía.
Podríamos interpretar el cuento como una alegoría de los sentimientos donde cada uno de los colores podría representar la paz y tranquilidad, lo indómito y violento y la calidez. La protagonista vive con cada uno de estos colores-sentimientos-sensaciones, un momento de euforia o de sosegada intensidad que disfruta cada uno en su justa medida. Sin embargo, el problema se origina cuando se mezclan todos los colores-sentimientos en una sola masa gris y caótica que envuelve a la reina en una profunda depresión. Sentimientos encontrados, todos juntos y demasiado revueltos como para poder procesarlos sin perder el control. Finalmente llega un reparador llanto que lo limpia todo.
Y a pesar de todo esta interpretación no se ajusta necesariamente a la estructura del cuento. Y es que la autora ha jugado libremente con su relato y no ha querido encasillarse en un único mensaje. La sensación que uno tiene cuando lee-observa el cuento es que el principio imperante en el relato es la libertad absoluta. El cuento no se propone enviar ningún mensaje cifrado, ni tiene otra intención que la de ser una bella historia magníficamente contada.
Las ilustraciones son indispensables en el momento de contar la historia, no necesariamente porque brinden más información que la que se puede leer en el texto, sino porque te envuelve en sensaciones y sentimientos que son fundamentales para poder disfrutar la obra. Las ilustraciones son muy sencillas, hechas con trazos gruesos en negro que se colorean a lápiz sin respetar los límites, lo que imprime una sensación muy acentuada de libertad. El cuento podría prescindir del texto sin perder su capacidad de comunicar la historia.
Jutta Bauer nació en Hamburgo, Alemania, en 1955 y es reconocida actualmente como una de las más grandes exponentes del álbum ilustrado dentro y fuera de su país. De ella se pueden conseguir ediciones traducidas al español de otros dos títulos muy buenos, “Madrechillona” y “El Ángel del Abuelo”, pero quedan pendientes para cualquier editorial inteligente, la traducción de muchos más.
Edad recomendada: A partir de tres años
Editorial: Lóguez.
Librería: El Virrey
Precio: S/. 50
jueves, julio 20, 2006
Entrevista a Graça Lima, narradora visual
Conversamos con la destacada ilustradora brasilera Graça Lima, premiada en diferentes países por su labor como ilustradora infantil. Ella está de visita en nuestra ciudad para dictar un taller y con motivo de la 11 Feria Internacional del Libro de Lima.
Foto: Ana Lía Orezzoli
¿Cómo nace su vocación por la ilustración?
Yo era diseñadora y me fui a trabajar con Giraldo, un escritor muy conocido en Brasil. Durante el tiempo que trabajé con él, observé que la persona narrativa era muy importante para mí. En la realidad yo no quería ser una artista plástica, yo quería contar historias a través de imágenes. Es a partir de allí que ilustré su primer libro en el 90, y después me comencé a dedicar exclusivamente a la ilustración.
¿A qué se dedica a parte de ilustrar?
Actualmente enseño en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Federal de Río de Janeiro y me gustaría desarrollar un Programa de Ilustración ya que no existen escuelas que se especialicen en eso ni en Brasil ni en Latinoamérica. Los ilustradores generalmente se forman a través de su experiencia visual. Yo creo que la alternativa sería hacer una unión Perú, Argentina, Chile para discutir esa vocación.
¿Qué condiciones debe tener un buen ilustrador?
Se necesita vocación pero sobretodo mucha investigación y leer mucho porque la ilustración es una narrativa visual. No se ilustra solamente porque a uno le gusta dibujar. Hay todo un trabajo de investigación previa.
¿Qué busca representar en sus trabajos?
Muchas cosas. Busco representar la cultura popular brasilera y que los dibujos que hago se nutran de esa cultura.
¿Qué premios ha ganado en su carrera?
En Brasil obtuve cuatro veces el premio llamado Jabuti que es el galardón máximo de literatura en mi país. Asimismo tengo varios premios de la Fundación Nacional del Libro Juvenil, tengo tres o cuatro menciones de la Biblioteca de Münich en Alemania. Tengo participación en los catálogos de Bologna, Bratislava y Barcelona.
¿Se requiere algo especial para ilustrar cuentos infantiles?
La ilustración está muy ligada el libro infantil y juvenil. Se piensa que durante la crianza la imagen debe acompañar a los libros. Pero a medida que el público es de mayor edad, en el mundo editorial se va prescindiendo de las ilustraciones en los libros, porque nos encontramos dentro de una cultura general que ve la escritura superior a la imagen. Yo creo que todo es limitado si se concibe la ilustración como un dibujo que simplemente acompaña un texto.
¿En qué consistió el taller que dictó en la Universidad Católica?
Es un intento para pensar qué imagen uno coloca en un libro para niños. En el caso de Perú, que tiene un acervo de visual muy grande, es muy importante rescatar esa cantidad de tesoros visuales.
¿Cómo se desarrolló el trabajo con los alumnos?
Fue una sorpresa el contenido que trajeron. Muchas personas tienen un trabajo que ya puede ser editado. La tentativa sería montar un libro de registro, un sketch book y que, a partir de ese libro, cada uno tuviese un cuento popular peruano.
¿Cuáles son sus proyectos futuros?
Tengo tantos. Uno de ellos es poder hacer un gran núcleo de ilustración del libro con cuentos latinoamericanos. Un núcleo de libros que envuelva a esos países y realizar así una producción conjunta.
Por José Sebastián
Foto: Ana Lía Orezzoli
¿Cómo nace su vocación por la ilustración?
Yo era diseñadora y me fui a trabajar con Giraldo, un escritor muy conocido en Brasil. Durante el tiempo que trabajé con él, observé que la persona narrativa era muy importante para mí. En la realidad yo no quería ser una artista plástica, yo quería contar historias a través de imágenes. Es a partir de allí que ilustré su primer libro en el 90, y después me comencé a dedicar exclusivamente a la ilustración.
¿A qué se dedica a parte de ilustrar?
Actualmente enseño en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Federal de Río de Janeiro y me gustaría desarrollar un Programa de Ilustración ya que no existen escuelas que se especialicen en eso ni en Brasil ni en Latinoamérica. Los ilustradores generalmente se forman a través de su experiencia visual. Yo creo que la alternativa sería hacer una unión Perú, Argentina, Chile para discutir esa vocación.
¿Qué condiciones debe tener un buen ilustrador?
Se necesita vocación pero sobretodo mucha investigación y leer mucho porque la ilustración es una narrativa visual. No se ilustra solamente porque a uno le gusta dibujar. Hay todo un trabajo de investigación previa.
¿Qué busca representar en sus trabajos?
Muchas cosas. Busco representar la cultura popular brasilera y que los dibujos que hago se nutran de esa cultura.
¿Qué premios ha ganado en su carrera?
En Brasil obtuve cuatro veces el premio llamado Jabuti que es el galardón máximo de literatura en mi país. Asimismo tengo varios premios de la Fundación Nacional del Libro Juvenil, tengo tres o cuatro menciones de la Biblioteca de Münich en Alemania. Tengo participación en los catálogos de Bologna, Bratislava y Barcelona.
¿Se requiere algo especial para ilustrar cuentos infantiles?
La ilustración está muy ligada el libro infantil y juvenil. Se piensa que durante la crianza la imagen debe acompañar a los libros. Pero a medida que el público es de mayor edad, en el mundo editorial se va prescindiendo de las ilustraciones en los libros, porque nos encontramos dentro de una cultura general que ve la escritura superior a la imagen. Yo creo que todo es limitado si se concibe la ilustración como un dibujo que simplemente acompaña un texto.
¿En qué consistió el taller que dictó en la Universidad Católica?
Es un intento para pensar qué imagen uno coloca en un libro para niños. En el caso de Perú, que tiene un acervo de visual muy grande, es muy importante rescatar esa cantidad de tesoros visuales.
¿Cómo se desarrolló el trabajo con los alumnos?
Fue una sorpresa el contenido que trajeron. Muchas personas tienen un trabajo que ya puede ser editado. La tentativa sería montar un libro de registro, un sketch book y que, a partir de ese libro, cada uno tuviese un cuento popular peruano.
¿Cuáles son sus proyectos futuros?
Tengo tantos. Uno de ellos es poder hacer un gran núcleo de ilustración del libro con cuentos latinoamericanos. Un núcleo de libros que envuelva a esos países y realizar así una producción conjunta.
Por José Sebastián
miércoles, julio 19, 2006
Los tres bandidos
Tres bandidos enfundados en tres sombreros negros y tres abrigos del mismo color asolaban una región y no había en ella nadie quien no temblase con su sola mención. Con un fuelle rociaban pimienta a los caballos que jalaban los carruajes para que se detuvieran, con una enorme hacha destrozaban las llantas para que no huyesen y con un enorme trabuco amenazaban a los pasajeros para que se desprendieran de todos sus valores. Las riquezas que fueron acumulando en su cueva no hacían más que estimular una sorda ambición por atesorar más. Hasta que un buen día se encontraron que el carruaje no transportaba más que una pequeña niña huérfana que no llevaba mas que su ropa y un gran pesar por un destino no deseado. Como la costumbre era siempre llevarse algo, no hicieron más que arroparla y cargarla en brazos hacia su guarida. A partir de entonces las vida les cambiaría a todos… y a otros muchos más.
El argumento del cuento tiene la perfección de la sencillez y las ilustraciones, que adquieren una importancia protagónica en este álbum, dan buena cuenta de la atmósfera en la cual se desarrolla la historia. Durante la primera parte de ésta los sencillos trazos de las ilustraciones se combinan básicamente con dos colores, el negro y un azul nocturno, en concordancia con el temor y la inseguridad que nos infunden los tres bandidos. Los colores cambian con la claridad del día en la segunda parte de la historia que nos habla sobre la transformación que la pequeña huérfana provocó en los tres bandidos. Sin embargo, la ilustración, que tiene una enorme fuerza narrativa, no se desprende en ningún momento de cierta tipo de melancolía que suele envolver como una fina niebla a ciertos marginados: bandidos y huérfanos.
Tomi Ungerer nació en Estrasburgo, Francia, el 28 de noviembre de 1934 y ha tenido desde entonces una serie de hitos biográficos que han ido moldeando su producción gráfica y literaria. A penas a los 4 años pierde a su padre; sufre luego la irracionalidad e intolerancia del ejército nazi durante la segunda guerra mundial que quema todos los libros en francés en el patio de su escuela; en 1957 viaja a Nueva York donde inicia su gran producción, de cuentos infantiles y de ilustraciones para prestigiosas revistas como New Yorker y Esquire, sin embargo, luego se recluiría en Canadá con su esposa decepcionado por la hipocresía y superficialidad de la sociedad que lo habría llevado a la fama. Actualmente vive en Irlanda, tiene tres hijos, y se dedica a apoyar causas humanitarias.
Si hay algo que caracteriza a Tomi Ungerer es su enorme capacidad para generar controversia. Uno de sus cuentos, “Ningún beso para mamá”, ocasionó fuertes reacciones entre las feministas y educadores de su época y estuvo prohibido por muchos años en los EE.UU. Como el mismo dice, “siempre quise hacer libros infantiles que no le gustarán a los adultos” y es que como afirma luego, lo que importa es desarrollar la imaginación de los niños que les permita hacerse de los medios para provocar a los adultos.
Título: Los tres bandidos
Autor: Tomi Ungerer
Editorial: Alfaguara Infantil
Precio: S/. 24
Librería: Crisol
Edad recomendada: A partir de 4 años
jueves, julio 13, 2006
¿Yo y mi gato?
Una noche entró una bruja al cuarto de Nicolás, agitó su escoba, arrojó unas palabras incomprensibles y salió sin dar mayores explicaciones.
Al día siguiente su mamá despertó a Nicolás con un grito como una campanada que anuncia la ida al colegio, lo arrastró hasta el baño, le dio de desayunar y lo despidió en la puerta de la casa. Nicolás, atusándose los bigotes, observó cómo, él mismo, cruzaba el umbral para irse a clases, y en ese momento descubrió que algo anda muy mal: él había quedado atrapado en el cuerpo de su gato Leonardo, y su gato acababa de llevarse el suyo al colegio.
Nuestro protagonista, asume su nueva condición, y luego de terminar su siesta, decide ir a explorar la vida desde la perspectiva gatuna. Se encuentra con el perro del vecino, con unos gatos mal encarados, con su mamá felina que lo recibe con helada indiferencia, y en cada encuentro, va descubriendo que cada uno tiene sus propios problemas y alegrías particulares. Este viaje, de un día, en el cuerpo del gato nos muestra un niño con una enorme sensibilidad para descubrir los aspectos importantes en la vida del otro y con una aguzada inteligencia para identificar los sentimientos que se despiertan con cada descubrimiento.
Las ilustraciones apoyan la narrativa textual en la misma dirección, enriqueciéndola con personajes dibujados con trazos sencillos, que hacen recordar a los dibujos animados clásicos japoneses, sumamente expresivos. El humor general de la historia, que está muy bien trabajada, se encuentra ligeramente oculto también en las ilustraciones: los cuadros que decoran las paredes de la casa, (reproducciones de Rafael, por ejemplo), imitan la escena real que se desarrolla en la habitación. Descubrir esos guiños que nos hace el autor es siempre un motivo de alegría para los niños lectores que suelen disfrutarlos como se disfruta una pequeña victoria.
Satoshi Kitamura nació en Tokio en 1956 y fue autodidacta. Empezó a trabajar ilustrando para anuncios publicitarios en periódicos y revistas. Desde 1979 radica en Londres y desde el 1981 se inició en la creación de álbumes infantiles. Desde esa fecha ha ido produciendo importantes títulos, (algunos de ellos en dupla con Hiawyn Oram), muchos de los cuales han sido premiados y reconocidos en varios países, como el cuento del que hablamos, que fue merecedor del premio Smarties del 2000.
Autor: Satoshi Kitamura.
Editorial: Fondo de Cultura Económica.
Autor: Satoshi Kitamura.
Editorial: Fondo de Cultura Económica.
Librerías del FCE: Berlín 238 y Comandante Espinar 840, Miraflores.
Edad recomendada: A partir de 5 años.
Edad recomendada: A partir de 5 años.
miércoles, julio 05, 2006
El oso que no lo era
Cuando los gansos salvajes vuelan hacia el sur y los árboles comienzan a tejer una alfombra de hojas secas, todo oso que se respeta sabe que tiene que buscar una cueva cálida donde invernar. Nuestro oso protagonista hace lo propio pero cuando se despierta a la llegada de la primavera se encuentra que donde debía estar su querido bosque se levanta ahora una enorme fábrica.
Pero el oso no deja de salir de su asombro porque apenas pone un pie fuera de lo que fuera su cueva lo aborda un iracundo capataz que le espeta querer hacerse pasar por “un hombre tonto, sin afeitar y con un abrigo de pieles” para no trabajar. La frase se repetirá luego, con la insistencia de quien quiere lavarle el cerebro a alguien, por toda la larga y vertical jerarquía de una organización industrial hasta llegar al presidente. Pero si los humanos no le reconocen a nuestro protagonista su condición de oso, sus congéneres que visitan en el zoológico y en el circo tampoco le hacen ese favor. Y es que el oso se encuentra mal ubicado, en un contexto diferente al suyo que lo desarraiga y le quita toda identidad: si se encuentra en la fábrica debe ser un hombre y si se encuentra entre los hombres, para los otros osos, entonces debe ser un hombre.
Cuando todo el mundo te dice que dos más dos es cinco uno termina por creérselo, y este mecanismo funcionó también para nuestro oso que termina trabajando como un obrero más, o para ser más exactos, como una pieza más en el engranaje de la maquinaria industrial. Finalmente cierran la fábrica, (podría ser perfectamente la gran depresión de los 30), y el debilitado instinto del oso lo encamina nuevamente hacia el bosque pero no tiene la fuerza suficiente como para indicarle que debe procurarse una cueva donde protegerse del frío del invierno. Sin embargo, poco antes de congelarse el oso demuestra que no es “un hombre tonto, sin afeitar y con un abrigo de pieles”, y que tampoco es un oso tonto.
Como toda gran obra este cuento tiene varias aristas e interpretaciones. Podemos ver la necedad de las personas que se manejan con los rígidos patrones que establecen las sociedades que ellos mismos crean, la incapacidad de reconocer al otro en su diferencia, la verticalidad de un sistema que promueve la muerte de la creatividad bajo las armas de lo uniforme, lo preciso y lo puntual, (valores de la sociedad industrial que se exponen también en la película Tiempos Modernos de Chaplin). Finalmente podemos ver en nuestro oso una resistencia pasiva, persistente y profunda de sus instintos básicos y elementales, de aquellos que le permitirían de proteger su identidad y olfatear la felicidad.
Francis Frederick von Taschlein, o Frank Tashlin, (1913 – 1972), como se lo conoce realmente nació en New Jersey, Estados Unidos. Su talento para la ilustración lo sacaría de sus humildes orígenes y lo pondría a trabajar como dibujante de historietas. Luego pasaría a la dirección de cortos animados para la Warner y finalmente trabajaría como guionista y luego como director en películas donde dirigiría a celebridades como Jerry Lewis y Jane Mansfield. Escribió pocos cuentos y en todos ellos se puede sentir esa vocación del autor por ponerse siempre del lado del marginado y de reivindicarlo ante la adversidad del sistema. El cuento que se reseña se ha convertido ya en un clásico de la literatura infantil y debería ser un título imprescindible en toda biblioteca.
Edad: A partir de 5 años.
Título: El Oso que no lo era
Editorial: Alfaguara
Autor: Frank Tashlin
Librerías: El Virrey, El Crisol.
Precio: S/. 24.
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